Como si Lynch hubiera hecho una “Found footage”.

Como si Lynch hubiera hecho una “Found footage”.

Analizamos «Dreamcore» el juego de Valentín Iribarren fundador de Montraluz

Listo salido del horno, con dos niveles disponibles pero muchos más en camino, te propongo contarte un poco de mi viaje por este juego Indie argentino y campeón del mundo.

Onírico y perturbador, es lo primero que se te viene a la cabeza a los 3 minutos de estar jugando Dreamcore, el juego creado por Valentín Iribarren inspirado en los «Backrooms«, aquella creepypasta de internet que tanto bien le han hacho a la humanidad (¡quién te conoce “hermanos Grimm”!).

Lo digo sin nada de ironía, la construcción del mito toma muchas formas y la época demanda sus relatos paganos, sus pulp y eso nos lo da los márgenes de la internet. De ahí vienen los Backrooms, estos laberínticos espacios liminales (un espacio de transición, un umbral) con elementos inquietantes que generan un “fuera de lugar”.

Con este contexto en mente lo que el juego nos propone es encontrar la salida de un laberinto, andando por estas inquietantes habitaciones… ¿o no?, bueno, sigamos el consejo del juego y vayamos despacio porque “La paciencia y la observación son la clave”.

Dreampools

El juego arranca despojado, sólo podemos caminar, apenas correr y agacharnos. Un botón que nos indica que no tenemos linterna, el primer desfasaje, algo me falta, y no mucho más. Miento, el juego nos plantea una primera persona, pero la visión es a través de una cámara de video noventosa, que se mueve lentamente con nuestros pasos, como si Micheal Myers decidiera grabar los 15 de su sobrina. ¿Una leve respiración? ¿o es un sonido que presupongo?, no hay elementos para saber qué o quién soy y me encontré más de una vez en el juego haciéndome esa pregunta pero no nos adelantemos.

Como dije, arranca despojado, unos imponentes cuartos con intensos tragaluces, unas piscinas con el agua dormida proyecta una ensoñación en los azulejos de las paredes. El lento zoom de la cámara acompaña la cadencia de los cuartos vacíos. Solo se oye el eco de nuestra caminata, cada tanto sonidos asfixiantes aumentan la sensación de extrañeza en el ambiente. Nos tambaleamos al correr, cruzar cada cuarto es trabajoso, de pronto en algunos pasajes una música suena devorándonos por dentro, esto quizás sea más una pesadilla.

La música y el sonido hay que decirlo, pongámonos de pie porque es como zambullirse en una pileta de incomodidad. El juego sabe en qué momento trabajar esas tres capas de sonido, el ambiental, el disonante y la música, dandote uno u otro según lo imponga el laberinto. En un juego donde perderse es la mecánica principal la música gana protagonismo y me dan ganas de decirle a esta gente que me dejen bajar el soundtrack que lo necesito para vivir. Me recuerda mucho a las composiciones de Jóhann Jóhannsson quién compuso la música de películas como Mandy, Prisoners y, si me hiciste caso, de Arrival. Un día capaz escribo sobre el Jóhann porque lo amo. ¡Pero volvamos a Dreamcore!

A medida que nos adentramos en el laberinto de cuartos que se repiten, nos vamos encontrando con elementos que no tienen explicación, barandales que nos limitan la vista, pelotas sonrientes que no vienen de ningún lado y toboganes que no se pueden utilizar… quizás sea verdad que estamos en un sueño, parecería no haber nadie más que nosotros pero ¿realmente estoy solo? ¿hay alguien más acá? ¿me están observando?. El juego no da ninguna respuesta, lo que es peor, tampoco hace las preguntas. 

Lo de Lynch es medio un chiste, más por lo onírico que lo estético, si pensara en las habitaciones de Dreampools uno lo querría emparentar con Kubrick. Pocos elementos, mucha simetría en la composición y el brutalismo, pero yo me iría por otro lado. Recorriendo pasillos llenos de puertas, esquinas liminales y piscinas azuladas se me vino a la cabeza Shivers, una de las primeras películas del querido Cronenberg, aquella que filmó en su paisito con guita de los niños del Chaco de Canadá. Para quien no la recuerde o no lo conozca le hago un resumen y no te voy a decir cómo conseguirla porque la piratería mala mala. Shivers transcurre en un complejo residencial en Canadá donde se escapa un parasito que se mete en tu cuerpo y te llena de apetito sexual y deseos caníbales, lo que se dice unos Zombis Hot. Ahí es donde nuestro «héroe» el doctor Roger St. Luc caminará por los pasillos del complejo tratando de rescatar a la mayor cantidad de gente posible hasta acabar en la piscina donde se desencadenará el climax de la película.

Aquella sensación de peligro en cada habitación de Dreamcore me rememoraba al Starliner Towersde. Un peligro invisible se arrastra por las paredes infectando todo alrededor sin que pueda evitarlo, mientras busco una salida de este perturbador sueño.

– Nahuel ¿Acaso esta es una excusa para hablar de Shivers? 

-Bueno no, posta lo que digo es verdad, yo elijo creer que Valentín en algún momento del desarrollo pensó en la peli del David.

–  …

– Y si no fue así tampoco viene mal que nos recomendemos cosas ¿o no?

– Bueno… volvamos a Dreamcore.

Lo pregunté al principio: ¿es un juego de encontrar la salida? ¿o es un juego de perderse por estos lugares? El juego, repito, está despojado de elementos, pasó casi una hora hasta que encontré un objeto con el que pudiera interactuar en el juego, durante todo ese tiempo lo único que había era yo, el eco de mis pasos y la constante sensación de sentirme abrumado. Quizás alguien me sigue, o me observa por una ventana, ¿acaso soy humano o soy una especie de máquina? ¿quieren que encuentre la salida o sólo quieren verme deambular? ¿alguien va a venir por mí? ¿quién soy? ¿estoy vivo? ¿estoy soñando?…

Dreamcore nos propone un laberinto psicológico, no estamos perdidos en esas piletas, estamos perdidos en nuestras mentes. De ahí proviene su terror, de ahí surge su lore, es un elemento más en un mundo mucho más amplio que son las nuevas mitologías.

“Perderte es el último de tus problemas”, el peligro está en tu mente.

Más neurótico que productivo. No me interesa la vida de los NPC random. En 2024 Queso Magro se merecía salir campeón.